Gacha y su finca La chihuahua - un poco de la vida del "Mejicano" |
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UN POCO DE LA VIDA DE EL MEJICANO
La figura de Gonzalo Rodríguez Gacha estuvo compuesta, casi por iguales partes, por una porción de realidad y otra de ficción. Una nebulosa de mito parecía envolver su imagen, sustraída sistemáticamente casi por completo de la circulación publica. Pocos, demasiado pocos, podían expresar con propiedad el diseño humano de quien fuera conocido, también con el mote de “El Mejicano”, hasta tal extremo llegaba el tono casi de condición etérea con que Rodríguez Gacha recubría la misma configuración de su rostro. Mas que con su cuerpo, con sus actividades fue tejiendo a lo largo del tiempo una fabula de contornos también inaccesibles. Una espesa leyenda termino en cierto modo ocultando los valores específicos de un hombre que, como Rodríguez Gacha, paso meteóricamente de la humildad, por no decir abiertamente que de la física miseria en todos los aspectos, al boato desmesurado dispensado por la mas abundante avalancha de dinero que sujeto alguno pudo percibir mediante una insomne actividad tan peligrosa como es la del narcotráfico en los precisos momentos en que esta era el filón mas productivo de cualquiera de las economías contemporáneas. Por caprichos de la publicidad, secretos inexpugnables de la comunicación o simples designios del azar, el efigie que resulto acuñada como oficial, sin haberlo sido desde luego, de Gonzalo Rodríguez Gacha fue la del hombre fuerte, con gesto decidido, ataviado a la usanza de su apodo celebérrimo –de “El Mejicano”-, con el toque de su sombrero, no ancho; pero de ala voluminosa, que le daba un aire de irremisible ganador. Mas que por el atuendo que lucía en el momento de disparársele el obturador, por los ojos hundidos y, por tanto, huérfanos de mirada flamígera que impresionara, acurrucado en la concha de su yo, tal era la fotografía que mejor identificaba a Rodríguez Gacha y, a decir verdad, la que el mismo, en sus confidencias para aquellos calificados como sus mejores amigos y de mayor confianza, le agradaba para demostrar gráficamente quién era y cuál era su temperamento de vencedor irreductible. Fue tal imagen, la que sello para siempre, en todas las latitudes, la personalidad, como así mismo el carácter, de “El Mejicano”. Beneficiarios insospechados y por consecuencia sorprendidos con la muerte de José Gonzalo Rodríguez Gacha fueron aquellos elementos a cuyo nombre, por razones obvias, figuraban ante las distintas notarias del país como propietarios de muy diversos y a todas luces fabulosas bienes dados en comodato privado por “El Mejicano”, en el empeño del personaje en eludir ante la autoridad la responsabilidad de la gruesa fortuna que integraba su patrimonio. Las residencias, las tierras y hasta los meros elementos hallados en aquellas, quedaron, así, en poder de los ciudadanos erigidos de modo transitorio en simples testaferros de las fantásticas posesiones, su mayoría con ubicación en Bogotá, y sus alrededores de la Sabana, contornos en donde “El Mejicano” de había dado trazas –y mañas- para lograr reunir los predios mas codiciados incluso por ciudadanos de alta distinción no solo económica sino también social. Salas decoradas con costosísimas obras de arte y amobladas con el mejor gusto pasaron a ser, por obra del deceso de “El Mejicano”, propiedad definitiva en intransferible de quienes apenas sí las guardaban a su nombre a fin de proteger a Rodríguez Gacha de las inclementes arremetidas de la autoridad para conseguir causarle uno de los peores males que pudiera soportar “El Mejicano” en su inclaudicable empeño de enriquecerse sin mesura. En medio de la batalla general, como subrayándola en un terreno que, pese a ser de índole institucional, libraban un combate abierto, a muerte y sin fin predicable, “El Mejicano” y el General Miguel Alfredo Maza Márquez, director general del Departamento Administrativo de seguridad (DAS). Así como éste embestía a aquel sin miramientos, con el mismo instinto animal de toro, aquel, “El Mejicano”, arremetía de idéntica manera contra el oficial sin respeto alguno por los que podían ser los parámetros de alguna guerra que no fuera sucia hasta causar repugnancia. El planteamiento era para que alguno de los dos pareciera en el feral desafío. La confrontación, entonces, era a muerte, con la utilización de las armas que estuvieran al alcance del par de duelistas, que lo eran en toda la magnitud de la palabra y en la más variada de sus acepciones. Fue el destino en que dispuso que el primero en desfilar fuera “El Mejicano” hacia la tumba. Pero a todas luces fueron más feroces las arremetidas dirigidas contra Maza Márquez por Rodríguez Gacha, como quedo demostrado con la serie de tenebrosos atentados en que perecieron, al menos hasta la desaparición de “El Mejicano”, no menos de trescientas personas. Maza Márquez, sin embargo, paso por encima de las tentativas de que se le hizo victima, de acuerdo con sus informaciones por parte de Rodríguez Gacha. De no haber sido por el hallazgo de Freddy Rodríguez Celades en los contornos de su presunto cuerpo sin vida, se habría acrecentado en grado sumo la duda respecto a la caída final de José Gonzalo Rodríguez Gacha en el operativo de Sucre. Según las versiones oficiales, Rodríguez Celades fue, quizá, el primero en ser abatido en el curso de los tiroteos que también despertaron sospechas en medios de comunicación y de opinión publicas al no ser expeditos desde un principio. Transcurrieron bastantes y significativas horas desde los momentos en que culmino la incursión a la finca “La Lucha” hasta el instante en que alguna voz con autoridad reseñara para la radio, primero; luego para la televisión y por ultimo para la prensa no solo los intríngulis del procedimiento sino la entidad de aquellas que integraron el cartel de las victimas cobradas por el cuerpo élite de la policía a cuyo cargo estuvo la arremetida final contra “El Mejicano” y sus hombres. Fue por Freddy, hijo de “El Mejicano”, por cuyo conducto llegaron a éste, el hombre mas buscado en Colombia, y por quien, así mismo, tornaron por identificar a uno de los adultos abatidos en los alrededores de Tolú como José Gonzalo Rodríguez Gacha. Por su cráneo, sus cabellos ensortijados, sus rasgos toscos y su gesto, para las autoridades inconfundibles, por los que pocas dudas quedaban al menos sin el recurso técnico de la dactiloscopia, para afirmar que “El Mejicano”, finalmente, había caído. El hombre mas próximo, no solo material sino espiritualmente, a José Gonzalo Rodríguez Gacha fue su hijo, Freddy, quien no había figurado en los anales del delito en Colombia y por supuesto tampoco en las paginas de policía de los medios de comunicación escritos hasta cuando fue capturado en Medellín sin cargos de peso bajo la mera acusación de porte ilegal de armas, todo a causa de no haber explicado con solvencia el motivo de la tardanza de un vuelo ejecutivo llevado a cabo desde Cartagena. “El Mejicano” permaneció intranquilo hasta el momento en que su vástago fue puesto en libertad al cabo de un segundo arresto, cumplido en pabellones de la cárcel nacional Modelo, de Bogotá. A sus mas allegados aquellos miembros de su cuerpo de escoltas, llego a manifestar que, con tal de encontrarse al lado de su descendiente, llegado el caso recibiría la muerte quizá sin pestañear y hasta con complacencia, ambición que se le dio como colofón de su vida, como quiera que fue el –Freddy Rodríguez Celades- quien mas cerca se hallo, hasta el propio momento de su expiración, de “El Mejicano”, hasta el punto de haber ocupado, quizá solo por azar o por razones del destino, no se sabe, el puesto contiguo en la hilera de cadáveres expuestos en los alrededores de Tolú, en el departamento de Sucre, una vez se hubo hecho la recolección de cada uno de los cuerpos abatidos por el cuerpo élite responsable del operativo de contornos poco menos que espectaculares y de trascendencia como pocos en desarrollo de la lucha abierta por el Gobierno del Presidente Virgilio Barco Vargas contra el narcotráfico y sus protagonistas. En el municipio de Pacho y toda la región de Cundinamarca que se considera como su área de influencia, la figura de José Gonzalo Rodríguez Gacha quedo estampada para siempre como generosa y desinteresada, como quiera que de sus manos el dinero fluía a cántaros para conciudadanos menesterosos que no requerían acudir ante él para satisfacer sus necesidades mas apremiantes. Fue así como en no escasas ocasiones “El Mejicano” convocó ante si a humildes pobladores para recibir de él los mejores óbolos. La repartición de dineros en efectivo –en pocas oportunidades en especie- llegó a convertirse en tradición en la zona en la cual Rodríguez Gacha, como se dice de ordinario “sentó sus reales”. Desde entonces y por ende antes de que le fuera infligida la muerte, “El Mejicano” se erigió en un marcado mito, el que creció, por supuesto, con los sucesos, registrados en jurisdicción de la finca “La Lucha”, de Sucre, durante los días 13 y 15 de diciembre de 1989. Para entonces, la imagen de Rodríguez Gacha ejecutando sus ordinarias donaciones se hallaba fijada en el recuerdo de todos sus conciudadanos de Pacho, los mismos que acompañaron en masa los despojos mortales del personaje, restos que fueron trasladados desde la costa Atlántica luego de haber sido objeto de exhumación 24 horas después de haberse registrado su sepelio en una fosa común, en donde descansarían en compañía de los pertenecientes a los siete hombres que encontraron con él la muerte asestada por la patrulla especial que permaneció durante tres días consecutivos tras sus huellas. Con el cráneo despedazado a causa de un impacto de fusilo M15 y consiguientes estragos señalados en el rostro irreconocible, el cuerpo de quien se sostuvo correspondía a José Gonzalo Rodríguez Gacha permaneció sobre el rustico y desnudo piso de un patio de la finca “La Lucha”, por espacio por mas de 15 horas ante la perplejidad de las autoridades de la investigación, que, no obstante lapso tan largo, no hallaban respuesta adecuada a los múltiples interrogantes suscitados por la diferencia entre la fisonomía de “El Mejicano” vivo y “El Mejicano” muerto. Después de tantas investigaciones sobre aquel cadáver, finalmente, aseguraron que, en efecto, este cadáver pertenecía a la persona buscada, no otra que la de José Gonzalo Rodríguez Gacha.
Primeros Años
Oriundo de la región de Pacho, en Cundinamarca, Rodríguez Gacha nació en una familia campesina. Se inició en el negocio de las esmeraldas donde ascendió en poder en medio de la violencia que azotó las zonas esmeraldíferas de Colombia en los años 70 y años 80.Su primer contacto con el tráfico de drogas vino a través de Verónica Rivera de Vargas, amigo de Pablo Emilio Escobar Gaviria. |
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